Diario, Memorias

«I» Griega

Llevo tanto tantísimo sin escribir y sin leer absolutamente nada que podría equivocarme y escribir mi nombre con «i» latina en vez de con «y». ¿O debería de escribir «i» griega?.
Soy de esas personas que pueden pasarse horas en silencio sin pronunciar palabra, como si fueran minutos, y luego en cuestión de pocos segundos te contaré toda una vida. El caso es que durante el mutismo se me van ocurriendo ese tipo de preguntas, la mayoría carecen de sentido y otras, simplemente, me las guardo para mí.

Creo que todas y todos habremos querido vernos desde fuera en algún momento, en alguna situación concreta, y ver qué cara hemos puesto cuando nos han pegado un empujón nada más subir al autobús con la cartera en una mano y el paraguas en la otra, buscando monedas como buenamente se puede y esa persona va y te suelta (por que no te lo dice si ni siquiera te está mirando a la cara, te lo suelta) «Es que está lloviendo mucho». En ese momento te das cuenta de que te está chorreando el paraguas en una pierna y acto seguido de que el día puede ser una auténtica mierda. Así hablando claro y mal.
Por suerte, esa no era yo. Hoy. Por que sí que me ha pasado.
Y llegar justa a clase de mal humor con tan solo una pierna mojada y darme cuenta, nada más comenzar la clase, de que la persona que me había dado el empujón llevaba dándome clase de Literatura dos trimestres.

Mi situación de hoy era otra. Aunque hoy también estuviera lloviendo océanos, yo estaba seca y concentrada en mi trabajo. Pero como es costumbre, he dado la bienvenida a cada persona que se había dispuesto a salir a la calle y mojarse lo menos posible entre codazos para entrar a la tienda. Entre esas pocas personas ha habido una que se me ha dirigido.

– Perdona, ¿Cómo dices?
– Le he dicho que buenos días y bienvenida sea. – que de buenos nada, por que llevaba la ducha abierta en el paraguas, fregándonos el suelo ya por segunda vez.
-Ah. Vale.
-…
-…

La situación era la siguiente: Yo, de pie y sonriente, parpadeando y en silencio, esperando un Gracias o un Hola o un Igualmente. O algo parecido.
Y ahí estaba mi oponente cliente, como ya he dicho, con la ducha en mano y el paragüero detrás, en silencio y con una expresión entre seria y confusa, mirándome como los perros miran a sus dueños cuando éstos les hacen una pregunta larga y elaborada. Y las pobres criaturas seguro que piensan «¿De verdad que todos los días te olvidas de que no hablo tu idioma?» Así, con la cabeza inclinada hacia un lado…

Tras cinco segundos eternos de profunda y oculta incomodidad, ha dejado de mirarme y ha bajado la vista para bajar las escaleras. Y menos mal que lo ha hecho, porque por un lado no podía seguir sonriendo sin saber ya ni porque lo hacía y, por otro lado, porque podría haber ocurrido una hecatombe de haber bajado las escaleras aguantándome la mirada.

Ahí, mi mente vivaz se ha preguntado ¿y si le hubiera agradecido entonces en voz alta que apartase la vista? ¿Me habría vuelto a mirar?  Definitivamente, no he sabido encontrarle ningún sentido a la actitud de ese animal racional y poco social. Pero me hubiera gustado verme la cara.

Estándar

Deja un comentario